Cómo practicar la meditación

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Diversos estudios avalan que el ejercicio mentalmente más beneficiosos es la meditación.

El propósito de la meditación es calmar la mente, la cual se encuentra permanentemente en conversación consigo misma, pasando de un pensamiento a otro, de una emoción a otra, en un bucle continuo. Durante el proceso tratamos de convertirnos en “El Observador”, contemplando las ideas o escenas que pasan por nuestra mente como si de una película se tratase.

Por medio de la meditación, aprendemos a crear un espacio en nuestro interior y una claridad mental que nos permita controlar nuestra mente sin que nos afecten los constantes cambios en las circunstancias externas.

Adiestrándonos en la meditación apaciguamos esa constante agitación mental, lo cual nos permitirá estar cada vez más paz, logrando, finalmente, eliminar muchas perturbaciones mentales.

La práctica diaria de la meditación nos permitirá:

  • Claridad y lucidez mental
  • Mayor comprensión de uno mismo
  • Reducir nuestro estrés
  • Mayor productividad en todo lo que hacemos
  • Mejorar el enfoque de nuestra vida
  • Tener pensamientos más positivo
  • Mejorar la calidad del sueño
  • Serenidad y relajación
  • Retrasar el envejecimiento
  • Mayor confianza en nosotros mismos
  • Mejorar la memoria y la creatividad
  • Menor distracción y más concentración

Resulta increíble que todos estos beneficios se consigan con el simple hecho de permanecer inmóvil tratando de apaciguar la mente, pero la verdad es que los pensamientos surgidos de nuestra mente nos manipulan constantemente, afectando a nuestro estado de ánimo, nuestra salud, nuestras acciones y a las decisiones que tomamos, de ahí la importancia de meditar diariamente hasta conseguir que se convierta en un hábito tan cotidiano como lo es el dormir o el comer.

La meditación nos conecta con nuestro SER INTERIOR, donde encontraremos todas las respuestas a nuestras preguntas.

Para realizar un ejercicio meditativo trataremos de conseguir un ambiente silencioso, sentándonos en Sukhasana (o Postura fácil) con la columna erguida y las manos una sobre a otra con los pulgares tocándose, o bien en Vajrasana o alguna otra posición que nos resulte cómoda.

También podemos poner en frente de nosotros una vela encendida.

Realizaremos previamente varias respiraciones profundas, con el abdomen hasta el máximo de nuestra capacidad pulmonar, inhalando y exhalando completamente.

Miramos fijamente a la vela durante 1 ó 2 minutos, intentando concentrarnos en su color, en sus movimientos, en la sensación de armonía y calor que desprende… La vela es ahora lo único que existe en el mundo que nos rodea.

Cerramos entonces los ojos manteniendo la imagen de la vela en el entrecejo (se irá diluyendo con el paso del tiempo), centrándonos únicamente en nuestra respiración.

También podemos repetir mentalmente un mantra o una frase, siempre en positivo, como “simplemente soy”, “so-hum” u otra que nos proporcione bienestar.

Vendrán pensamientos a nuestra mente, los observaremos y los dejaremos marchar suavemente mientras seguimos observando nuestra respiración repitiendo nuestro mantra.

Al cabo de unos minutos de meditación nos será sencillo imaginarnos un punto de luz que tiende ha hacerse cada vez más grande. Asimilaremos este punto como la “Energía Universal”, “El Ser Superior”, “El Poder”, “Dios”, o lo que nosotros prefiramos.

El objetivo es conseguir que la mente se encuentre lo más libre y en paz posible, en el aquí y en el ahora, con el mayor número de espacios de “No pensamiento”.

Realizaremos este ejercicio durante 20 minutos, y al finalizar abriremos los ojos manteniéndonos 2 o 3 minutos siendo conscientes del trabajo realizado.

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